Conducir es una actividad que implica un nivel de esfuerzo cognitivo elevado. Sin embargo podemos caer en el error de infravalorar esta tarea una vez tenemos asimiladas todas las funciones derivadas de la conducción.
Superado cierto tiempo nuestra eficacia al volante se ve diezmada y, con ello, aumenta el riesgo de accidente. De ahí la importancia de descansar al volante, sobre todo en viajes largos.
A medida que va pasando el tiempo al volante el cansancio haga acto de presencia. No es solo un cansancio físico postural. Los procesos mentales asociados a la conducción repercuten en nuestra capacidad de concentración o de reacción. En ello también influye la propia naturaleza de los mismos, como la «monotonía» que se experimenta al conducir a través de una autovía sin tráfico.
En la conducción influyen muchos factores neurológicos. Se involucran desde funciones motoras básicas hasta los efectos de las emociones y del estado de ánimo. La capacidad de concentración, tan valorada en los últimos tiempos, es la herramienta principal para una conducción sin distracciones.
Gracias a la concentración podemos ejercer un control adecuado de nuestros sentidos. La vista es la fuente principal de información para conducir pero otros, como el oído, también presentan su importancia. De este modo conseguimos la percepción espacial necesaria para entender nuestra posición en la carretera con respecto al resto de usuarios.
Además encontramos otras habilidades, como las de la atención dividida (esa capacidad que nos permite realizar dos o más acciones al mismo tiempo), o la velocidad de procesamiento y reacción. Esta serie de procesos mentales culminan con la propia acción de conducir, que requiere de una coordinación entre cerebro, sentidos y músculos muy específica.
El mero hecho de conducir implica un desgaste que terminará convirtiéndose en cansancio. De ahí la importancia de respetar los tiempos de descanso que, desde hace años, las autoridades vienen recomendando. Lo ideal es parar cada dos horas, incluso aunque se produzca un cambio de conductor. Esto es todavía más importante en trayectos largos.
La parada debería durar entre 15 y 30 minutos. En ese lapso se puede aprovechar para estirar las piernas, descansar los ojos, tomar un café o recargar el coche. Aparte de esto, resultan recomendables una serie de consejos:
En este caso, más que en ningún otro, las prisas no son buenas. Conducir del tirón sin tener en cuenta la distancia es un error, por desgracia, bastante frecuente.
Buena parte de las distracciones que se producen en nuestras carreteras tienen en la fatiga su causa. Así es como el cansancio o la somnolencia son motivo de accidente.
Para estas situaciones, contar un dispositivo Coyote nos ayudará mucho. Como navegador, nos apoyará para realizar la planificación del viaje y del itinerario. Su sistema de alertas contribuye a que mantengamos una atención constante a lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Así sacaremos el máximo partido no solo a la conducción, sino también al tiempo de parada y descanso.
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