En España no existe una edad máxima a partir de la cual no se pueda conducir. La Ley sobre Tráfico establece que “un conductor ha de estar en todo momento en condiciones de controlar su vehículo”. Más allá de esta puntualización, la norma no indica que la edad sea un impedimento para conducir.
Sí existe la obligación de renovar el carné de conducir (de clase B) en intervalos de 5 años, en lugar de cada 10, si hemos cumplido los 65 años. Esto implica pasar de nuevo el control psicotécnico preciso para la renovación y, por tanto, comprobar el estado de salud del conductor en lo relacionado con la seguridad al volante.
En la revista Tráfico y Seguridad Vial, publicada por la DGT, resaltan que la edad no impide conducir. Es la salud de los conductores la que debe establecer las limitaciones al volante. Por otra parte, muchos expertos coinciden que el control debería ser más frecuente y sugieren revisiones cada dos años, e incluso anuales.
La Fundación Línea Directa presentaba en 2016 un estudio en el que se medía el grado de confianza y la accidentalidad real de los mayores de 65 años. Según lo publicado, existe una desconfianza general de los conductores españoles con respecto a este grupo de edad:
En una perspectiva diferente se encuentra el tipo de controles psicotécnicos que hay que superar. El debate se centra en si los métodos actuales son suficientemente completos como para evaluar los posibles riesgos asociados a la edad.
Resulta significativo que, mientras la mortalidad en carretera de los conductores mayores de 65 años es superior que la del resto de grupos, el trabajo de investigación incide en que su accidentalidad es cuatro veces menor que la del resto de grupos de edad. Esto denota una mayor responsabilidad al volante.
Es un hecho demostrado que con la edad nuestro cuerpo cambia. Los males que más pueden condicionar la conducción tienen que ver con el deterioro de la visión (enfermedades oculares, descenso de la agudeza visual y del campo de visión o mayor sensibilidad a los deslumbramientos), de la audición y a nivel cognitivo (disminución de los reflejos). El consumo de medicamentos es también otro factor influyente.
Además de una mayor frecuencia de los controles oficiales, los expertos coinciden en que las propias familias han de ser parte activa para detectar esas limitaciones e informar a las autoridades. También mencionan medidas intermedias, como incluir restricciones progresivas dentro de un radio geográfico u horario.
La pérdida de reflejos y agudeza visual no se recupera, pero podemos contar con tecnología que supla o complemente ciertas carencias. Los dispositivos Coyote son una herramienta útil para conductores que busquen recibir alertas que ayuden a su conducción. Existe un aviso cuando superemos la velocidad de seguridad de la vía, otro cuando se detecte un accidente unos kilómetros por delante de nosotros, uno más si la comunidad de Coyote detecta un vehículo kamikaze, etc.
La tecnología de Coyote contribuye aportando información sobre límites de velocidad, mapas, ubicación de radares, o sobre el estado actual del tráfico. Nos ayuda, además, a conocer mejor nuestros hábitos comparando nuestras estadísticas de conducción con las de otros conductores. De este modo, brinda una oportunidad y apoyo para aquellas personas que potencialmente puedan ver mermadas sus capacidades para la conducción.
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Imágenes | iStock/Curtocircuito e iStock/chamaleonseye
Noobsaibot73
Silvia
MARIANGELES CARRAMOLINO CARRAMOLINO