El ser humano ha necesitado movilizarse desde sus orígenes a pesar de ser un animal sedentario, y las advertencias en la carretera le han acompañado prácticamente desde el inicio también. ¿Alguna vez te has parado a pensar cómo fueron las primeras señales y por qué han derivado en lo que conocemos hoy? Desde Coyote queremos hacer un repaso por toda la historia de los símbolos que regulan el tráfico. Hay más curiosidades de las que te imaginas.
La compleja red vial que partía de Roma obligó que, como era de esperar, fuera allí donde se estableciese el primer código de señales. Los millarios, grandes columnas de piedra con números romanos, fueron los primeros hitos en marcar la distancia de las calzadas y guiar el tránsito de los viajeros por el imperio. Puede que para nosotros sea difícil descifrar esta imagen, pero este era el aspecto del primer mapa de carreteras.
Por aquel entonces existían pictogramas o guías de viaje, dado lo peligroso de emprender un camino que, además, solía extenderse a muchas jornadas con respectivas sus noches, y que por lo general terminaba en Roma. Pero prácticamente hasta el siglo XX la señalética en las carreteras apenas sufrió variaciones porque no hubo evolución en su legislación. Los mojones de piedra y, solo en algunos casos, los carteles de hierro y madera con grabados informativos fueron los únicos medios de comunicación sobre la circulación. En el ámbito en el que sí hubo un desarrollo y constancia fue en las sanciones por las infracciones, como por ejemplo, la pena de excomunión que dispuso el Virrey de Valencia en 1584 a quienes aparcaran su carro en vías de tránsito de procesiones.
La primera señal de tráfico tal y como la concebimos hoy, eso sí, sirvió para indicar “Deténgase” y se implementó por primera vez en Alemania en 1892, indicando el mensaje a los conductores mediante una calavera metálica que se iluminaba durante la noche, lo cual provocó, como es de esperar, el pánico entre ellos.
Más o menos paralelamente fue desarrollándose también el semáforo, cuyo antecedente data de 1868, inspirado en las señales lumínicas para los trenes e instalado en la calle del parlamento de Westminster, pero este prototipo duró poco tiempo. Al poco de colocarse, explotó y acabó con la vida de un policía, así que pasó algo de tiempo hasta que, con la evolución del automóvil, su uso se convirtió en una verdadera demanda.
Pero el semáforo tal y como lo conocemos hoy en día fue creado en Detroit en 1920. La señal “rojo-amarillo-verde” ha sufrido pocos cambios hasta el día de hoy, excepto por los temporizadores, las luces de diodos y los sensores de movimiento.
La necesidad de regular el tránsito por las carreteras de todo el mundo también se hizo imperativa por la misma razón que la del semáforo: por la fuerte presencia del automóvil. Así se establecieron los primeros cuatro símbolos pictóricos reglamentarios, que indicaban “a nivel de grado de cruce de ferrocarril”, “intersección”, “golpe” y “curva”. Fue durante el Congreso Internacional de Carreteras de Roma en 1909, pero en los siguientes cincuenta años la evolución fue constante y paralela a la de los automóviles.
El Tratado sobre circulación por carretera, el más cercano al que conocemos hoy, fue firmado en 1968 durante la Convención de Viena. Parte de su contenido está dedicado a la señalización vial. La normativa europea sobre los colores y las formas se establecería como idéntica (prohibición en formas redondas con borde rojo, advertencias en formas triangulares, etc. Actualmente, el Tratado agrupa 52 países con la misma normativa, en la que se incluye parte de Asia y numerosos países africanos.
Estados Unidos, sin embargo, desarrolló su propio sistema, compartido con Oceanía.